El regalo de madre: la llave para mi desarme

filosofía

El regalo de madre: la llave para mi desarme

Como padres y madres sabemos que lo que hacemos es realmente lo que aprenden nuestros hijos e hijas. Por activa y por pasiva se ha demostrado que el modelaje es fundamental para educar. Es decir, que somos modelos en los que se fijan nuestros menores, pero también el resto de la sociedad, que sigue aprendiendo hasta su muerte. 

Cuando hablamos de modelaje siempre nos viene a la cabeza que debemos ser personas perfectas, o al menos tender a la perfección. Cualquier error que cometamos, lo aprenderán. Y por más que les soltemos un discurso con argumentos sólidos sobre la no conveniencia de esa acción, dará lo mismo. La guerra estará perdida. 

Esto tiene una consecuencia maravillosa: tratamos de ser muy conscientes de todo lo que hacemos. Y las personas más aventajadas incluso acuden a todo tipo de ayuda para que les permitan darse cuenta de todos los agujeros negros que tiene su existencia, para descargar así la mochila de quienes les siguen.

Nuestro rol de padre o madre- y, en casos ya de gran responsabilidad y consciencia, nuestro rol de ciudadanos/as- se somete a un análisis y control exhaustivo, con la buena intención de alcanzar el ideal. Pero, de repente, algo ocurre…un grito, un portazo, una palabra malsonante, una imperfección se asoma.

¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Qué más tengo que hacer? ¿Por qué ha salido a pasear mi monstruo/a? Quizá, y sólo quizá, porque eres un ser humano, cuya gran perfección no está en que sea perfecto, sino en que hace siempre las cosas de la manera más perfecta que puede, o menos imperfecta, si lo prefieres así.

Y entonces, ¿qué pasa con el modelaje? ¿Tendremos que asumir el destino fatal de que aprendan nuestras sombras? ¿Será imposible educar mejor de lo que somos? Sí y no. Obviamente no se puede educar en algo en lo que una persona no es. Pero eso no quiere decir que no puedas educar para que mejoren lo que tú eres; y no en el futuro, sino en el ahora.

¿Cómo puede ser esto posible? Dándoles una llave secreta, capaz de abrir la reserva natural vallada que tienes en tu interior para tu querido monstruo o monstrua…Pero para ello, tienes que encontrarla primero tú. Y resulta que al hacer esto, te harás también un poquito mejor que antes, aunque jamás alcanzarás la divinidad…no hay opción, estaremos eternamente a medio camino entre los dioses y los animales, como decía Aristóteles.

¿En qué consiste esa llave y cómo se la podemos dar? Se trata de dar recursos a las personas a las que modelas para que te desarmen, contarles cómo se logra, hablarles de qué ocurre cuando te pones así y cómo pueden lograr apaciguar a la fiera que hay en ti. Si pego un grito cuando estoy harta de algo que ha hecho mi hija, no sólo tengo que pensar qué me ha pasado, qué límite no he sabido poner y cómo hacerlo. Luego, cuando esté calmada, toca hablar: para que ella entienda que no es su responsabilidad sino la mía, como ya sabemos, y, especialmente, para que sepa que no he sabido respetarme ese límite, que sepa que, si me pongo a veces nerviosa, suele ser por eso, porque me cuesta parar en ciertos momentos y que, cuando ya me ha secuestrado la amígdala, es mejor que espere a que se me pase. 

Así la protejo de mí, la enseño cómo puede gestionar mejor cuando me ocurren esas cosas, y, de repente, de forma mágica, ocurre algo maravilloso: que la siguiente vez hay un ligero cambio, yo me doy un poco antes cuenta de que el límite se está pasando, y lo verbalizo, y ella se acuerda de que no siempre logro gestionar bien esa situación y me lo dice. Y entonces, me hace ser consciente de ello y vuelvo a dar un ligero cambio: la monstruita se va replegando poco a poco…Porque no sólo soy yo quien doma, también la gente que me rodea, y lo hace gracias a que yo se lo he permitido y les he dado las formas de hacerlo. 

Incluso podemos jugar en momentos de tranquilidad a que nos enfadamos y a cómo lograr desarmar a ese ser oscuro. Exagerar esos momentos es de gran utilidad porque así se ve mejor cómo es ese personaje que nos atrapa, su silueta se muestra con claridad. Y de ahí, pasar a reírse de esa situación al ver lo esperpéntica que es, hay un paso.

Ahora, con mucho entrenamiento, hay veces que incluso logramos pasar del estado bruja a reírnos e introducir la carcajada final de bruja brujísima para caer en esa deformación total. Y demostramos cómo se puede pasar del drama a la comedia en un solo acto. Lograr esta transmutación de energías es de matrícula pero posible, y ayuda a que cada vez sea menos necesaria la ayuda externa para encauzar la situación. Además de otorgar dos grandes aprendizajes. Podemos transformar la situación y no tenemos que estar solos/as ante ello, el resto de las personas nos pueden ayudar a ello Y podemos hacerlo en otras personas, no tenemos como única salida la huida, el enfrentamiento o el silencio: es posible la transformación, hasta de gigantes como nuestro padre y nuestra madre.

Obviamente esto no sirve para todas las edades, hay que ir midiendo. Y tampoco se trata de una estrategia para escurrir el bulto y no hacerse cargo de la propia responsabilidad de autocontrolarse. Pero es un añadido fundamental que parte de la base de que nos educamos mutuamente y de que no somos seres independientes sino que interdependientes, capaces de ser más creadores de nuestras historias de lo que pensábamos cuando nos despegamos de nuestros personajes y los hacemos bailar al son que con consciencia decidimos.

 

Ana Isabel García Vázquez

Consultora filosófica

Formadora en Educando Consultoría

https://anaigarciavazquez.wordpress.com/



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