El ataque de los catálogos de juguetes

El ataque de los catálogos de juguetes

“Ya están aquiiiiiii-í……”

He oído cosas como esta:

-Qué pena me da, mi hijo no sabe ni qué pedirse. Como tiene todo….

Bastante habitual. Todos hemos dicho o escuchado esta expresión alguna vez y no nos extraña nada pero nos entristece; así que… ¡STOP! vamos a pensar sobre ello para poder actuar acertadamente.

 

Padres, profesores, cajeros deToys “R” Us, Papás Noëles disfrazados, pajes de los centros comerciales, Baltasares pintados de negro, etc., trabajemos conjuntamente estos dos aspectos: DESEO Y AGRADECIMIENTO.

 

EL DESEO

Decidir qué pedir es complicado. La publicidad, por poca que sea, interfiere y condiciona mucho. Las preferencias de los amigos también. “Si culo veo culo quiero” … es uno de los dichos más verdaderos que conozco. Algunos niños se sienten importantes y seguros mostrando lo que tienen (el último regalo o el capricho que le han conseguido sacar a sus abuelos, padrinos, tíos o padres este fin de semana). Los demás les miran y generalmente, se mueren de envidia. Podría ser sana, pero….. va a ser que no… Entonces, algunas veces, vuelven a casa pidiendo encarecidamente lo que tiene su amigo. Pero lo que no sabe es que su amigo se pasa horas enganchado a los videojuegos porque así “se porta bien” y deja un respiro a sus padres. Y que cuando no tiene tablet, móvil o PSP, se tira por las paredes y su falta de creatividad le impide disfrutar con lo que le rodea. Usa los nuevos juguetes uno o dos días, luego se cansa y quiere juegos con pantalla.

Sabemos perfectamente que, durante todo el año, pero más en noviembre y diciembre, se anuncian multitud de juguetes atractivos que luego defraudan. Están los que no valen para nada lo que cuestan, los que los niños abandonan al segundo día, los que se rompen con mirarlos, los que son verdaderamente feos, etc., pero también los hay estupendos, menos mal. Estos últimos no se suelen anunciar en ningún medio de comunicación.

Muchos niños tienen de todo, así que lo importante no es lo que les falta, creo yo, sino lo que desean.

¿Desean saciarse con rapidez, calmar su impaciencia con estímulos que les embeban rápidamente y les alejen de la realidad, para no complicarse pensando qué hacer? ¿Desean no tener que salir de la zona de confort (que muchas veces suele ser el “círculo vicioso de la diversión” del que habla Catherine L’Ecuyer) sumergiéndose en un mundo virtual? Como adultos, hemos de mirar con ellos en qué nivel de profundidad se mueven sus deseos y ayudarles a ser verdaderamente humanos.

Nuestra responsabilidad pasa también por ayudarles a desear lo que necesitan para ser felices, no lo que les engancha a una superflua sensación de felicidad. Y para eso hay que mirarles mucho y mirarnos mucho a nosotros mismos.

¿Puedes recordar los tres momentos más felices de tu infancia? Felices en plenitud.  Podría ser cuando tu tío fue a verte a la obra de teatro en la que eras el último mono actuando, o el día que tus padres os llevaron de excursión a la nieve, o la tarde que te columpiaste tanto en el parque mientras cantabas que bajaste del columpio “borracho” y partiéndote de risa. Quizá te venga a la cabeza la primera vez que tu padre se sentó contigo a hacer los deberes sin hacer caso a tus otros hermanos; el primer día que te dejaron ir solo a por pan; cuando mamá te consoló con mucho amor; cuando hiciste un trabajo en el colegio que les dejó a todos boquiabiertos; cuando fuiste a ayudar a Paloma a encontrar a su perro que se había perdido; cuando colaboraste en la fiesta solidaria del barrio vendiendo papeletas; cuando descubriste que tenías un verdadero amigo, etc. No sé, eso solo lo sabes tú. Pero podemos ver con claridad que la felicidad no depende de las cosas que tengamos, y lo peor es que lo sabemos perfectamente, que aun así caemos en la trampa consumista y, es más, dejamos que también caigan nuestros hijos.

Cada familia es un mundo y hemos de respetar diferentes puntos de vista educativos, pero sin perder de vista lo que es mejor para el niño. Por eso te propongo una serie de medidas para trabajar el consumismo navideño con tus hijos o alumnos. Luego tú elige lo que creas que es más realista y apropiado para tu caso:

 

 

 

1 Comenzar haciendo limpieza con ellos. Con la excusa de hacer hueco para los nuevos juguetes, pensando en dar y compartir con otros niños lo que yo ya no uso, dando valor a lo que tengo y siendo coherente (si no lo he usado en un año, quizá este juguete necesite un niño que lo valore) vamos retirando juguetes. También es el momento de recordar todo aquello que les ha hecho disfrutar jugando y no llegó embalado (dibujar, el escondite, recolectar piedras bonitas y coleccionarlas, hacer deporte, ayudar a cocinar, crear un coche con una caja de cartón, ir a la biblioteca etc.).

 

2 Crear una lista de deseos

Cuando el catálogo cae en sus manos, puede ser ya demasiado tarde. Corremos el peligro de que desaparezcan rápidamente de su horizonte las cosas que le han hecho ilusión durante el resto del año o las que en realidad necesita. Realizar a lo largo del año una lista de deseos y tenerla a mano y a la vista es un truco sencillo. Ellos mismos tachan y priorizan porque se dan cuenta de que los caprichos a veces tienen fecha de caducidad, pero algunos deseos permanecen y esos son los que merecen llegar a Navidad. Un adulto responsable también puede y debe proponer cosas para esa lista según vea la necesidad o la oportunidad. Ha de guiar al niño en sus decisiones, aclarándole aspectos que no pueda ver por sí mismo y dejándole anotar algún capricho, aunque a nosotros no nos encante.

 

“Tienes uno muy parecido que no usas desde hace meses. Este lo tiene igual tu prima y puedes jugar con ella. Este no es para tu edad, pero este sí. Este precio es muy elevado, mira este otro parecido y más barato. Este ocupa mucho espacio, pero este otro cabe en tu habitación, etc…”.

 

3 Limitar

Papá Noel, Reyes Magos, Niños Jesús, Tió de Nadal, etc… Por suerte, tenemos la oportunidad de disfrutar de tradiciones preciosas, pero simultanearlas puede ser peligroso. Cuando en una familia se celebran varias y encima se multiplican a lo largo de diferentes casas (los Reyes en casa de los abuelos maternos, luego en la de los paternos, Papá Noël en casa de los tíos, etc..), el día en que nosotros de pequeños rasgábamos el papel de regalo efusivamente y pasábamos casi entero en pijama jugando y comiendo roscón, puede convertirse en un peregrinar consumista de casa en casa, abriendo y abriendo y no agradeciendo. Hay familias que lo gestionan con arte, pero no todas.

Una idea para que el consumismo Navideño no empañe estas entrañables fechas, puede ser algo que ya muchas familias hacen: limitar el número de regalos que se piden en la carta. Y creo que es muy fácil explicarle a un niño que no hemos de ser muy pedigüeños cuando sabemos que los pobres Reyes Magos, por muy magos que sean, han de llegar a todos los rincones del mundo desde donde les escriba un niño, y que lo mismo sucede con Papá Noël. Los niños lo entienden y saben elegir de su lista de deseos uno, dos o tres regalos. Quizá caigan en la comparación con otros niños y se pregunten por qué a ellos les toca pedir menos, pero ahí estás tú para darle seguridad y decirle que es la mejor opción porque está aprendiendo a ser generoso, a valorar lo que tiene y disfrutar mucho con menos cosas. Está aprendiendo a ser más libre, aunque le cueste.

No hemos de abusar de todos:  Papá Noël, los Reyes Magos, el Tió de Nadal, en Niño Jesús, etc… Es bonito elegir uno y dejar a los demás hacer su trabajo con más holgura. Aunque a veces las costumbres familiares son difíciles de cambiar y con facilidad se crean conflictos catastróficos y discusiones que tampoco son muy convenientes, que digamos, en estas fechas…. Así que valorad en familia y decidid a quién le pedís las cosas sin ser muy abusones…

 

4 Aprender a esperar

La espera es un momento muy educativo. Las cosas han de tardar. La impaciencia existe y si se educa se puede convertir en paciencia. La emocionante noche esperando la llegada de los Reyes o Papá Noël hemos de pasarla, aunque a las doce de la noche ya sea el día siguiente. Es bueno avisarnos unos a otros y levantarnos juntos para ir a ver si esta vez han dejado paquetes. Es divertidísimo cuando los reyes nos dejan cartas o nos esconden los regalos. Cuando se atreven a dejar un poco de carbón y nos escriben lo estupendos que somos y lo que tenemos que mejorar. Es genial que, en esos días, de la ilusión se pase a la sorpresa, del asombro a la felicidad y además estemos con los que más nos quieren. Por ello, la reacción a la que nos lleva este devenir maravilloso es al agradecimiento.

 

EL AGRADECIMIENTO

Y a los Reyes Magos y Papá Noël… ¿Nadie les da las gracias? ¿Estamos tontos o qué?

Si escribo una carta para pedir, habrá que hacer otra para agradecer… Y esas líneas nos ayudarán a disfrutar más y durante más tiempo de esos juguetes, porque nos hemos parado a valorarlo, no sólo a disfrutarlo.

Otra forma importante de mostrar ese agradecimiento es cuidando los juguetes: cómo los saco, cómo los uso, cómo los guardo, cómo los comparto. En cualquier momento estamos llamados a educar sobre su uso adecuado y con cariño hemos de recordar a nuestros niños el valor que tiene ese objeto.

 

LA OPORTUNIDAD DE LA NAVIDAD

Para una madre, un padre o un maestro, puede ser cansado mantener suficiente sensatez consumista durante estas fechas. Podemos no hacerlo del todo bien, seguro que nos equivocamos en algo e incluso nos hemos de permitir pequeños deslices, pero lo que no nos podemos permitir como adultos y educadores es eximirnos de nuestra responsabilidad de enseñar a desear y agradecer profundamente a nuestros queridos niños.

¡Felices Fiestas y mucho ánimo, que de esta salimos!

 

Amanda García – Simplemente Maestra



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